La oportunidad del Platanito

Transcurría la tarde del viernes 28 de febrero de 2003 cuando en la madrileña plaza de Vista Alegre se celebró un homenaje al lidiador Blas Romero. ‘El Platanito’, como era conocido, sólo tenía una obsesión: ser torero.
Por ello dejó su trabajo para recorrer el campo en busca de alguna res a la que dar capotazos. Su estilo era tremendista y arriesgado y sólo necesitaba un medio para darse a conocer. Por fin la ocasión llegó con una corrida organizada para descubrir nuevos talentos, el llamado festival de ‘La Oportunidad’, celebrado en junio de 1964. Blas Romero triunfó en toda regla como novillero, pero no por sus capacidades técnicas o artísticas; muy al contrario, la gente llenaba las plazas para reírse a mandíbula batiente con los porrazos que le daban los novillos. Cuentan las crónicas que toreando a un bicho difícil fue vapuleado y lanzado varias veces al aire. Sangraba por la cara y por la pierna y tenía la taleguilla hecha jirones, pero en un alarde de valentía dijo a su cuadrilla: ‘Quietos, todo está según lo previsto’.


Blas Romero llegó a tomar la alternativa como matador el 10 de octubre de 1970, pero nunca alcanzó el sueño de triunfar en los ruedos. Cansado de intentarlo una y otra vez, se convirtió en diestro de charlotada, al estilo del ‘Bombero Torero’. Recorriendo los cosos con un vehículo en forma de plátano, intentó una y otra vez acceder al mundo del toreo serio a través de sus apariciones humorísticas. Nunca lo consiguió, y hoy en día se le conoce por la cínica frase que el mundillo taurino le dedicó: La ‘oportuniá pal’ Platanito.

Viene esto a cuento por las escasísimas oportunidades que en Navarra tienen los entrenadores jóvenes de llegar a un equipo de categoría Nacional. Ya sea un conjunto femenino o masculino, y con muy pocas excepciones, todos están copados por técnicos veteranos, algunos los llaman dinosaurios, que nunca dan paso a otros más noveles. Es más, en las raras ocasiones en que un club tiene que ocupar una vacante siempre busca al preparador más curtido y considerado más experto.

De esta forma los técnicos teóricamente menos iniciados se aburren de esperar su oportunidad y como El Platanito se convierten en entrenadores de verbena. Marchan a clubes donde nunca van a aspirar a equipos nobles, pero en los que al menos tienen el aliciente de llenar sus bolsillos con sumas que les compensan el desprecio que sienten. Después, conforme van finalizando su carrera universitaria y encuentran trabajo, van abandonando la práctica activa del deporte, con lo que el baloncesto pierde elementos verdaderamente valiosos.

En los cursos de entrenadores muchas veces se dice que los mejores entrenadores deben estar en los equipos de categorías inferiores. Se supone que así se consiguen jugadores mejor formados, tanto técnicamente como en disciplina deportiva. Pues, menos palabrería y hagámoslo de una vez.